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sábado, 22 de enero de 2011

Al avión con las botas puestas

Al avión con las botas puestas
Una viajera pasa por el nuevo escáner de calzado. :: JAVIER COTERA


«Es un engorro más, pero también una preocupación menos». Lucía, una de las pasajeras que ayer embarcó en un avión de Ryanair con destino a Barcelona -«a ver al Racing», dice con carcajada incluida- fue una de las primeras que tuvo que hacer uso del nuevo escáner de zapatos que se ha instalado en el aeropuerto de Parayas. Un artilugio que, además de redundar en la seguridad en los aviones y usuarios, facilita el paso de los viajeros por el filtro previo al embarque.
Antes, la sucesión de pitidos al pasar por el arco de control acababan con el pasajero desprendiéndose del cinturón, del móvil, de la cartera, de las gafas, del llavero, y, finalmente, hasta de los zapatos. Desde ya, al menos en Parayas y en aquellos aeropuertos españoles donde AENA está instalando de forma paulatina estos escáneres, la mayoría de los pasajeros por lo menos ya no tendrá que descalzarse.
Mientras esperan en la fila a que les llegue su turno, muchos viajeros miran con curiosidad el nuevo aparato que hay en la sala de control de pasajeros. Se trata de un compañero de fatigas de los dos arcos para personas y del dispositivo que filtra por rayos X los equipajes de mano. Un artilugio al que los integrantes de seguridad que vigilan el paso de viajeros ya han dado en llamarle la 'máquina de hacer step' por la postura y el ejercicio que han de realizar los pasajeros, pues se asemeja a la que se practica en ese tipo de gimnasia.
Los que aún siguen a la cola también se dan cuenta de que buena parte de a quienes toca pasar por ese nuevo filtro son mujeres. Aunque, luego, no todas acaban descalzas.
Calzado más cómodo
«Yo ya sabía esto, pero no he podido evitarlo pues venía con calzado especial para andar por montaña», reconoce Amaya, a quien le tocó descalzarse y volver a pasar por el arco: las botas que portaba hacían saltar la alarma en el escáner de zapatos. Y, generalmente, sonaba la alarma al paso de personas que calzaban tacones elevados, botas altas o suelas gruesas. Resulta que este nuevo escáner detecta más espectros de metal y discrimina los elementos propios del calzado y los que no lo son.
El equipo, en teoría, se asegura de que no quede nada escondido ni dentro del zapato ni entre los calcetines del pasajero.
«Esto es cuestión de acostumbrarse. Yo ya lo estoy», señalaba Begoña, otra de las pasajeras a las que le tocó pasar por el escáner después de que siguiera sonando la alarma al cruzar bajo el arco de seguridad. Begoña, que se define como «viajera habitual», conocía el nuevo filtro instalado en los aeropuertos y, sobre todo, qué tipo de calzado es más propenso a hacer saltar la alarma. «Por eso hoy me he puesto unas botas fáciles de quitar y poner, porque sabía que me iba a pasar esto», confiesa.
A Patricia «este aparato ni incomoda ni agobia», dijo después de pasar por primera vez por él. «No tenía ni idea de que hubiera un escáner de zapatos, pero es mejor esto que tener que descalzarte», y rechazó que este nuevo trámite en el control de seguridad vaya a complicar la espera antes del embarque.
Uno de los pocos hombres que tuvieron que hacer uso del escáner de zapatos fue Ramón. Las argollas metálicas por las que se entrelazan los cordones de su calzado hicieron saltar la alarma del detector, primero, y del escáner para pies, después. «Para nada causa ningún problema», decía mientras volvía a calzarse. «No sabía que ya se hubiese puesto en práctica el aparato ni, por supuesto, que fueran a pitar esos zapatos», se ríe. Para el vuelo de regreso se pondrá «otro tipo de calzado».

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